domingo, 25 de noviembre de 2012


El fin de nuestros días en Barcelona implicaba una vuelta inmediata a una realidad para la cual yo todavía no estaba preparada. A una realidad de Jake... y de Amanda. A una realidad a la que, aún a día de hoy, no logro acostumbrarme. 

Nada más poner los pies en tierra sentí el peso de todo de lo que había salido huyendo hacía justo una semana. Mientras esperábamos por nuestras maletas no pude evitar preguntarme cómo se había podido complicar todo de semejante manera. Llevaba dos meses evitando a Amanda, a sabiendas de que más tarde o más temprano tendría que abrir la caja de los truenos, pero sencillamente no estaba preparada. Mi mejor amiga me había traicionado y yo no estaba preparada para mirarla a la cara. Pero Amanda volvía el lunes y yo aún no sabía que cara poner cuando la viese ya que mi estado de ánimo era un tanto contradictorio. Por un lado estaba hundida, pero a la vez estaba furiosa y sentía un odio irracional hacia ella. 

Estaba enfadada por haber estado tan ciega, por no haberme dado cuenta de lo que estaba pasando, por haber sido tan estúpida como para pensar que todo lo que Amanda había sentido por Jake era cosa del pasado y, sobretodo, por pensar que Jake no lo haría. Quizá eso fue lo peor de todo, que a pesar del historial de Jake yo había pensado que esta vez era distinto. Yo nunca le había pedido exclusividad y él había dejado claros los límites de nuestra relación, o al menos eso pensábamos, pero a medida que pasaba el tiempo las cosas dejaban de ser racionales, y aquellos límites que nos habíamos impuesto cada vez quedaban más lejos. 
Quizás fue el miedo lo que hizo a Jake poner los pies en el suelo, lo que hizo que poco a poco se fuera distanciando de mi. Pero nuestra relación era un remolino que nos envolvía a los dos y, por mucho que quisiéramos alejarnos... siempre volvíamos a caer el uno en los brazos del otro, vulnerables. Y yo había sido tan estúpida como para no querer ver que era la propia Amanda la que llenaba a Jake de dudas y la que me colmaba a mi de inseguridades, boicoteando nuestra relación desde el principio. Y casi seis meses después, había tenido que ser la propia Amanda la que lo confesó todo. 

Todavía recuerdo aquel momento como si hubiese sido ayer: Tessa y yo salíamos de clase a las 19:30, como todos los martes, en dirección a las taquillas para quitarnos las batas del laboratorio, coger nuestros bártulos y marcharnos a casa después de un interminable día en la facultad. Mientras ella acababa de guardar sus cosas aproveché para echar un vistazo rápido al móvil, ya que tenía varios mensajes sin leer. Uno en particular llamo mi atención: "oye Joan, antes de nada quiero que sepas que no me arrepiento de nada..." aquel principio me resulto bastante extraño y más aún viniendo de Amanda, así que no dude en leer el mensaje entero: "...y que ha sido mi decisión. Me he tirado a Jake". 
Recuerdo que algo se me rompió por dentro, me quede totalmente paralizada, con el móvil en la mano y sin poder dejar de mirar a la pantalla, a esas cinco palabras. Ni siquiera podía hablar o moverme. Tessa de dio cuenta de que algo no iba bien, y después de preguntarme varias veces sin obtener respuesta alguna por mi parte, no dudó en arrancarme el móvil de las manos y leer el fatídico mensaje. 

¿¿Pero qué coño acaba de hacer Amanda?? gritó en medio del pasillo ante las miradas atónitas de los demás- Bien, nos vamos de aquí. 

Tessa cogió su bolso y me llevo de la mano hasta el último piso de la facultad, al lado de la biblioteca y donde se podía contemplar toda la ciudad desde los ventanales. Con el monedero en la mano fue hasta la máquina de cafe e inmediatamente volvió con dos vasitos humeantes. Capuchino avellana, nuestro favorito. Se sentó a mi lado dándome uno de los vasos y puso su mano en mi rodilla. 

Bien, ahora cuéntamelo todo. Y bébete eso, te hace falta. 

Sinceramente no sabría decir cuanto tiempo estuvimos allí sentadas, contemplando la ciudad. Los sentimientos me desbordaron, las lágrimas se me salían a borbotones sin que yo pudiera hacer nada para detenerlas. Aún no era capaz de asimilar lo que estaba pasando: mi  mejor amiga se había acostado Jake, y lo peor de todo era que no mostraba ni un mísero ápice de arrepentimiento. Y Tessa, con todo el cariño y la paciencia del mundo, escuchó y escuchó, en silencio, mientras me abrazaba.  Al final perdimos el ultimo autobús y tuvimos que volver a casa andando desde la otra punta de la ciudad. 

Amanda no dejó de mandarme mensajes durante varios días para comprobar que seguía viva, así que, harta de toda su falsedad, cogí el teléfono y marqué su numero. Amanda contestó inmediatamente  con su tono despreocupado de siempre:

Joder tía, estaba preocupada.
No vuelvas a dirigirme la palabra. Piiii.

[...]

A veces me gustaría creer que todo había sido un sueño, una alucinación de mi mente enferma. Y durante meses abrí los ojos cada mañana, preguntándome si algún día podría, de una vez por todas, ponerle fin a aquella horrible pesadilla, con la esperanza de volver a aquel tiempo que tanto añoraba, cuando Amanda aún era la Amanda de  siempre. Cuando Jake... no existía. 

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