lunes, 26 de noviembre de 2012


   Yo siento esa necesidad de llegar a casa y leer un “¿Qué tal tu día?” sin que haya sido en absoluto un día especial, o que me escriba “ya te echo de menos” cuando acabamos de despedirnos tras pasar la tarde juntos… Eso es de verdad una relación, pero ya te digo que lo que tú tienes, no, Em… 


Directamente había desistido, y precisamente por eso había acabado por negarme a hablar de mí, de mis relaciones y de Martin. Y sobre todo de todo aquello que nos concierne a Martin y a mí.
Habían pasado meses desde el verano, desde Barcelona, la playa y todo lo que por aquel entonces estaba pasando. Ya por estas fechas, más cercanas a mi cumpleaños y a la navidad, Martin y yo llevábamos el suficiente tiempo juntos como para seguir replanteándome si hacía bien o no, en seguir intentando una y otra vez que lo nuestro saliese a flote.

 Es cierto que nuestra relación no era perfecta, pero ¿qué relación lo es? Tampoco era como me esperaba, y mucho menos como la gente está acostumbrada a encontrárselas. Si algo me ha quedado claro es que no existen las relaciones tipo, pero incluso siendo incapaces de catalogar las relaciones, estaba claro que la mía se salía fuera de lo común. Y que yo lo diga vale, lo tengo asumido y por tanto puedo opinar. Pero de ahí, a que todo mi círculo incluyendo mis padres se crean en total derecho a cuestionarla, queda un cacho. 

Para mi sorpresa la que mejor pareció comprender mi relación fue Joan, demostrando en todo momento su fidelidad incluso cuando ni yo misma creía que pudiese seguir adelante con ella.
Y es que aparte de tener que defender mis criterios y mi relación por encima de toda opinión ajena, tuve que enfrentarme a las dudas propias de cualquier relación, con el añadido de algún que otro problema derivado de las mismas. 

Como bien había dicho Martin, nos encontrábamos en un mal momento para las relaciones. Pero ni los intempestivos horarios ni la saturación que conllevan, son aliciente suficiente como para darme por vencida y abandonar sin siquiera intentarlo. Y sobre todo después de todo lo que ha costado llegar hasta aquí.

Personalmente prefiero quedarme con un montón de charlas distendidas que curiosamente y por breves que sean, suelen llevarse a cabo en momentos en los que menos me lo espero y que obviamente más me van a emocionar.
Ya puestos a comparar relaciones, tampoco debe ser del todo normal verse sorprendido por un “te quiero” ocasional, que lejos de hacer que te retuerzas los sesos pensando el porqué de la escasez de esas palabras, sea motivo suficiente para alegrarte el resto de la semana. 

Supongo que mi relación son tres cuartas partes de conocimiento mutuo y confianza, junto con otra parte de hechos y palabras. Y para mí, ser capaz de saber que está pasando por la mente de Martin, saber hasta qué punto le afecta cada cosa, o conocer todas y cada una de sus vías de escape, sabiendo cuándo respetarlas y en la medida en que debo de apoyarlas, es mucho más gratificante y sin duda alguna me compensa todo lo no dicho o lo que el mundo nos condiciona impidiéndonoslo compartir.

   Pero… ¿cómo sabes sí estás interpretando las cosas como debes o si en realidad las interpretas como a ti te gustaría que fuesen? Tienes mucho riesgo de equivocarte y quizás resulte que Martin en realidad no es como tú crees y directamente te muestra lo que a él le interesa para contentarte…
Momento en el que me queda del todo claro que debo de una vez por todas acabar con esta conversación y alejar de mí lo máximo posible el tema de la misma. 

Me niego a responder. ¿Cómo hacer ver a personas que están acostumbradas a tenerlo todo por seguro, que en realidad simplemente entiendo, conozco, comparto y apoyo por completo a mi novio sin necesidad de que me explique al detalle cada situación o de estar continuamente pegada a él comprobando metódicamente la solidez de la relación?

Sí, es complicado y claro que me gustaría poder verle siempre que me apeteciese. No niego que me encantaría que de vez en cuando fuese él y no solamente yo quien tuviese alguna iniciativa. Que casi no hable con él no significa que no quiera hacerlo y que no le vea no significa que no le eche de menos. Que no esté repitiendo continuamente que le quiero no significa que no lo haga, y estoy segura o mejor dicho, me gusta confiar en que él opina exactamente lo mismo. 


   Tía, no sé si idolatrarte o tomarte por una completa idiota, pero desde luego lo que sí sé, es que jamás en la vida podría hacer lo que tú haces. ¿Cómo cojones aguantas seguir con él?

   Sé como es y sé como soy. Sé lo que puedo esperarme y también lo que jamás saldría de él. Dejando a un lado que conociéndome como lo haces, sabes que sería totalmente incapaz de tener cualquier tipo de relación que no fuese por el estilo y mucho menos que la otra persona lo comprendiese… básicamente si sigo con él es porque sé lo que supone estar sin él, y me niego por completo a volver a estarlo.

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